Hace 25 años, en una noche como esta, cientos de miles de berlineses, del Este y del Oeste, se reunieron alrededor del muro que, durante 28 años, había dividido dos mundos completamente diferentes. Cuando finalmente los controles se abrieron, poco antes de medianoche, la multitud se precipitó desde Berlín oriental. En el otro lado, los berlineses occidentales los recibieron con abrazos y botellas de champán.
Esta noche no sólo significó la reunión de amigos y familiares que llevaban décadas separados. Significó la caída de un sistema ya en decadencia que, con el pretexto de "servir al pueblo", coartaba las libertades de las personas y mantenía a un Estado tan monstruoso que se acabó destruyendo a sí mismo. Tan bien servía al pueblo ese Estado Soviético, que los alemanes occidentales estaban como locos por saltar el muro y vivir en el paraíso socialista... ¿o no? Los carteles en las manifestaciones en la DDR con el lema "Wir sind das Volk" (nosotros somos el pueblo), demostraban que el socialismo no estaba funcionando.
Porque, en un mundo en el que concurren millones de hechos imprevistos al día, es imposible pretender que un grupo de personas lo planifiquen todo. En un mundo en el que millones de individuos con ideas son capaces de aportar por sí mismos un granito de arena a la sociedad, impedirles llevar a cabo esas ideas para sustituirlas por unas cuantas medidas "para el bien común" (es decir, para el bien del Estado), supone una ruina para esa sociedad. Libertad es lo que una sociedad necesita para progresar. Y libertad es lo que los habitantes de la URSS no tenían.
Tanto el capitalismo como la democracia representativa tienen defectos, y muchos. Pero los berlineses del este que hace 25 años huyeron de la dictadura socialista tenían claro que ambos sistemas, económico y político, eran la alternativa menos mala para organizar nuestra compleja sociedad.
Esta noche no sólo significó la reunión de amigos y familiares que llevaban décadas separados. Significó la caída de un sistema ya en decadencia que, con el pretexto de "servir al pueblo", coartaba las libertades de las personas y mantenía a un Estado tan monstruoso que se acabó destruyendo a sí mismo. Tan bien servía al pueblo ese Estado Soviético, que los alemanes occidentales estaban como locos por saltar el muro y vivir en el paraíso socialista... ¿o no? Los carteles en las manifestaciones en la DDR con el lema "Wir sind das Volk" (nosotros somos el pueblo), demostraban que el socialismo no estaba funcionando.
Porque, en un mundo en el que concurren millones de hechos imprevistos al día, es imposible pretender que un grupo de personas lo planifiquen todo. En un mundo en el que millones de individuos con ideas son capaces de aportar por sí mismos un granito de arena a la sociedad, impedirles llevar a cabo esas ideas para sustituirlas por unas cuantas medidas "para el bien común" (es decir, para el bien del Estado), supone una ruina para esa sociedad. Libertad es lo que una sociedad necesita para progresar. Y libertad es lo que los habitantes de la URSS no tenían.
Tanto el capitalismo como la democracia representativa tienen defectos, y muchos. Pero los berlineses del este que hace 25 años huyeron de la dictadura socialista tenían claro que ambos sistemas, económico y político, eran la alternativa menos mala para organizar nuestra compleja sociedad.
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